martes, 27 de diciembre de 2011

24 Horas

Un día tiene 24 horas.

En un día yo me desperté y alimenté al gato chillón. Te leí. Fui al trabajo y a media mañana hablé sobre el futuro con un desconocido. Comí la ensalada de siempre y quedé con hambre, como siempre. Temprano volví a casa, esperé la micro bajo el cielo abochornado, tejí 11 cuadritos rojos y cambié el jeans por el pijama sedoso. Alimenté al gato otra vez. Calenté el agua y te hice miles de chocolates coloridos, aunque algunos también eran para desconocidos. Reparé la cinta del bolso que hace meses había olvidado. Con la excusa de que debía ordenar el caos hice dos camas, me sentí fea como una nana. Fui al supermercado, el cielo seguía abochornado. Paseé un perro salchicha de ida y de vuelta entre el correr de extraños. Esperé. Tomé media lata y volví. Cambié lo conocido por lo nuevo y te preparé una tarta, mi papá dijo que la cambiaría por todas las demás. A todos les gustó menos a quien yo quería. Lavé la loza. Era tarde, pero ese día podría haberte construido catedrales, porque cuando me acosté todavía no estabas ahí. Ese día tenía la fuerza de cien titanes.
Luego, aun cansada y con sueño, no lograba encontrar a Morfeo. Lloré una, dos lágrimas. Luego me dormí. Desperté. Me dormí. Desperté. Escribí. Me dormí. Soñé contigo en otro traje. Me despertaste. Te escribí esto y no sé si con el amanecer llegará mañana, aunque ya escucho el trinar de las aves.

Un día no solo tiene 24 horas.


Ni

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